La terapia acuática como tratamiento de la EM

Para muchas personas con esclerosis múltiple, el ejercicio forma parte de la rutina semanal, ya que supone una mejora de distintas habilidades que pueden ayudar a gestionar la enfermedad y la incapacidad derivada de la mejor manera posible. Por ello, muchas veces es indispensable seguir una rutina de ejercicios semanales con el propósito de mejorar la condición física aeróbica y cardiovascular, trabajar la fuerza y el equilibrio y, así, reducir el riesgo de padecer diversas complicaciones, como enfermedades cardiovasculares o caídas.
Los ejercicios en el medio acuático han sido indicados para el manejo efectivo de algunos síntomas y, también, para mantener unos hábitos de vida saludables. Sin embargo, siempre se debe contar con el asesoramiento de fisioterapeutas especialistas en EM y en ejercicios acuáticos, ya que cada paciente de EM sufre una sintomatología muy diferente y unas actividades aconsejables para unos pueden no serlo para otros.

El terapeuta especializado en el medio acuático deberá realizar una evaluación exhaustiva de cada paciente y, a partir de aquí, valorará el nivel funcional de la persona en concreto, los objetivos a plantear y los recursos disponibles para llevarlos a cabo.

Es importante que el especialista identifique otras condiciones médicas que podrían interferir y ser perjudiciales para la terapia acuática. Finalmente, el terapeuta elaborará una tabla de ejercicios, aprovechando al máximo las propiedades que ofrece el medio acuático:

  • La flotabilidad, que hace que la influencia de la gravedad se reduzca en el medio acuático y que, de esta manera, la persona pueda moverse con más facilidad y de manera más independiente en el agua. Esta propiedad puede ayudar a mejorar problemas posturales, de debilidad y de equilibrio.
  • La presión hidrostática, es decir, el principio según el cual cuanto más profundo se sumerge un cuerpo, mayor presión experimenta. En algunos casos puede no ser recomendable (si la persona sufre ansiedad o una disfunción cardíaca o respiratoria) pero, si se utiliza adecuadamente, la inmersión puede ayudar a mejorar las funciones cardíaca y respiratoria.

Teniendo en cuenta estas propiedades, se ha demostrado que los ejercicios en el medio acuático generan beneficios para una persona con EM en los siguientes aspectos:

  • Flexibilidad
  • Rango de movimiento
  • Resistencia cardiovascular
  • Nivel de fatiga
  • Fuerza muscular
  • Movilidad (incluyendo la marcha y el equilibrio)
  • Calidad de vida
  • Bienestar psicológico

Para trabajar la resistencia aeróbica, que incluye como beneficio la disminución de la fatiga entre otros, el objetivo es elevar el ritmo cardíaco y producir un entrenamiento cardiovascular. En este sentido, actividades como la natación y los programas aeróbicos acuáticos pueden ser de gran ayuda. Por otra parte, el entrenamiento dedicado a la resistencia, mediante material adicional como corchos o churros, puede contribuir a aumentar la fuerza muscular. Por último, para gestionar y mejorar la espasticidad y no perder rango de movimiento, son aconsejables los estiramientos, que son más fáciles de realizar en el agua debido a la flotabilidad y a la presión hidrostática.

No hay estudios que muestren que las terapias acuáticas comportan inconvenientes para las personas con EM, aunque éstas deben tener en cuenta algunas recomendaciones para realizar este tipo de actividad con la máxima seguridad posible.

Es importante comprobar la temperatura del agua de la piscina antes de entrar, hidratarse adecuadamente durante los ejercicios, y evitar realizarlos si las temperaturas son muy altas y húmedas. La mayoría de accidentes en este medio tienen lugar durante la entrada y la salida de la piscina, sobre todo, se producen caídas debidas a la falta de equilibrio. Por lo tanto, la persona afectada debe tener especial cuidado en estos momentos.
También es importante tener en cuenta que las personas que padecen problemas de deglución (atragantamiento frecuentes) o incontinencia urinaria deberán consultar estos síntomas con el médico antes de iniciar este tipo de ejercicio.
Finalmente, la persona con EM dispuesta a realizar este tipo de terapia deberá valorar ciertos aspectos para escoger la piscina más adecuada: la localización cercana al domicilio o al lugar de trabajo, la compatibilidad de horarios con el trabajo u otras actividades, la accesibilidad a las diferentes áreas del centro, sobre todo si se sufren problemas de movilidad, la cualificación de los profesionales, y la temperatura de la piscina.
Enlace al documento original:
Aquatic exercise & multiple sclerosis: a healthcare professional’s guide. Multiple Sclerosis Association of America (MSAA), 2013 [acceso: 6 de febrero de 2014]. Disponible en: https://mymsaa.org/PDFs/aqua-patient-pub.pdf

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